Hoy es el séptimo cumpleaños que Francesco celebra entre la Muralla Leonina. Jorge Mario Bergoglio nació en Buenos Aires, Argentina, en 1936. Hijo de emigrantes piamonteses, tiene pasión por la música, en particular por la Ópera, que sigue en la radio el sábado por la mañana con la Madre Regina y sus hermanos, y en su sangre el amor por el fútbol, aunque en los juegos con los amigos a menudo termina en el arco, un papel que se le asigna al «pata dura», a los que como él mismo explicará más tarde, «no tienen el pie educado». Estudió mucho, aprende varios oficios y luego se graduó como técnico químico, pero el horizonte de su vida era diferente: consagrarse a Dios y ponerse al servicio del pueblo, así que en 1958 entró en el seminario y optó por realizar su noviciado entre los Padres Jesuitas. Fue en este período que una enfermera, la Hermana Cornelia Caraglio, salvó su vida al convencer a un médico para que le administrara la dosis correcta de antibiótico para tratar la pulmonía.
Aunque hoy sea un día especial el Pontífice seguirá su agenda de citas, continuará su trabajo pastoral sin muchos bombos. Está trabajando en el documento final de la Exhortación apostólica postsinodal sobre la Amazonía. Seguirá preparando las celebraciones de Navidad, homilias de la noche buena y la bendición “Urbi et Orbi”.
Torta, saludos y fiestas, ocupan un lugar secundario para el Papa. Celebrar la vida para él es vivirla al servicio de los demás y compartiéndola a cada instante, en las circunstancias ordinarias, diarias, cotidianas.
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