Ni televisión, ni Facebook, ni Twitter, ni siquiera Instagram, la herramienta de comunicación y entretenimiento de mayor crecimiento en el mundo se llama TikTok y ha inventado en un año algo que parecía imposible: otra red social. En este caso no son mensajes ingeniosos de 280 caracteres, ni enlaces, ni fotos sorprendentemente perfectas. El lenguaje que propone es el del video de risa de colegas. Un video de 3 a 15 segundos, con música y efectos, lanzado al mundo por el teléfono, es el lenguaje que han abrazado decenas de millones de jóvenes en Estados Unidos. Esta vez, no ha sido Silicon Valley. La idea surge de China.
La verdad es que es hipnótico. En el contenido de TikTok hay una voluntad de creación, de dar espectáculo, que no existe en otras redes sociales donde los usuarios vierten comentarios o simplemente documentan su vida. En TikTok se publica para hacer reír, bailar, provocar o asombrar. El video le da una credibilidad al postureo que no tienen las fotos de Instagram. El scroll de videos produce un nivel de adicción como los primeros años de Facebook. Según datos de la empresa en España, los usuarios entran una media de 7 veces al día y pasan 43 minutos viendo vídeos de pocos segundos. A diferencia de Facebook, TikTok está lleno de energía. A diferencia de Twitter, esa energía es generalmente positiva.
Uno puede dejarse caer por la madriguera de muchas maneras. Siguiendo a un usuario en concreto, una banda sonora, un tema, o simplemente dejándose guiar por el algoritmo y diciéndole de vez en cuando lo que nos gusta.
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