Cuando la Policía entró a registrar la casa de un hombre de 31 años en la provincia de Valladolid, tenía cuatro perfiles abiertos de Instagram con 1.606 chats activos. Su objetivo era conseguir fotos sexuales de sus víctimas tras una conversación virtual. Luego compartía cientos de imágenes en una sala llamada “sombrillas” de la página alemana para distribuir archivos Volafile. Las fotos incluían el nombre del perfil de Instagram de las víctimas y muchas eran fácilmente reconocibles porque se les veía la cara.
La Policía Nacional, que ha anunciado este lunes su detención, inició la investigación por una denuncia en Madrid y ha logrado avisar a más de cien víctimas españolas. Todas excepto una desconocían qué pretendía hacer con las imágenes que habían compartido. Volafile ha borrado estos contenidos a instancias de la Policía, aunque una vez se sube algo a internet es difícil que desaparezca del todo. La sala “sombrillas” de Volafile es hoy solo accesible con una contraseña.
“Dedicaba todo su tiempo a chatear y ligotear haciéndose pasar por chicos guapos”, dice el inspector jefe Roberto Fernández, jefe de la sección de Redes de la Unidad central de Ciberdelincuencia. “Con algunas chicas no llegaba a nada. Con otras tenía conversaciones más largas pero no enviaban nada, o mandaban fotos sin contenido sexual. Y en otras lograba lo que buscaba. Hay un poco de todo”, añade.
El sospechoso reunía unas docenas de fotos de modelos masculinos y creaba cuentas falsas. “Creaba perfiles falsos de chicos muy atractivos con fotos de torso medio desnudos para captar la atención de chicas”, explica. Poseía también imágenes de desnudos o masturbándose para compartirlas con sus víctimas. Llevaba al menos un año con este objetivo.
La Policía no ha encontrado de momento ningún motivo más que el uso personal y fanfanorrear en el chat de Volafile. No hay ninguna evidencia de que obtuviera beneficios económicos. Si no hubiera compartido públicamente esas imágenes ni siquiera sería delito.
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